miércoles, octubre 11, 2006

Argentina vendida por argentinos.

No necesariamente es bueno que haya inversión extranjera
(Enlace)

En los 90’s, los voceros del Liberalismo Económico proyectado desde EEUU y Europa Occidental hacia los países de América Latina, promovieron la apertura de sus economías y las inversiones extranjeras (incluidas en las privatizaciones), como indispensables para el crecimiento y desarrollo.
En el marco de la creencia del ‘pensamiento único’ (un concepto tan retrógrado que rememora las peores épocas del oscurantismo medieval) se afirmaba entre otras cosas, que para la mayoría de las economías emergentes, las inversiones extranjeras son necesarias para proveer el capital para el desarrollo, que no disponen las fuentes financieras locales. También se decía, que promueven la producción y crean puestos de trabajo con salarios elevados, y que difunden el conocimiento tecnológico estimulando la investigación y desarrollo local (1).

Sin embargo, los hechos vienen demostrando que tales conjeturas están resultando en gran parte falsas, aunque aún hoy no son muchos los especialistas que se atreven a cuestionar las ‘bondades’ de la inversión extranjera (2)

Lo notable es que históricamente, ninguna potencia incluyó significativamente a la inversión extranjera en los comienzos de sus procesos de desarrollo.

Las elites de poder de Inglaterra, aplicaron el proteccionismo de sus manufacturas durante unos doscientos años para poder llegar a ser potencia económica e industrial. A tal punto se hizo, que para proteger su industria textil las autoridades amputaban la mano derecha de cualquier ciudadano que sorprendieran exportando lana sin elaborar, y si reincidía lo ejecutaban.
Ya fortalecida hacia el siglo XVIII, Inglaterra comenzó a condenar fuertemente el proteccionismo para los demás países, y a difundir la doctrina del libre comercio.

Otro tanto sucedió en EEUU después de la guerra civil de Secesión. Así con el triunfo en la batalla de Appomattox (1865) del norte desarrollista y proteccionista, sobre los terratenientes del sur librecambistas de productos agrícolas con bajo valor agregado, el vencedor general Grant manifestaba: ‘...Durante siglos Inglaterra ha confiado en el proteccionismo, llevado hasta sus extremos y ha obtenido resultados satisfactorios. No hay duda que debe su fuerza presente a este sistema, pero después de dos siglos ha adoptado el libre cambio porque ya la protección no puede ofrecerle nada.

El conocimiento de mi país me lleva a creer que dentro de doscientos años, cuando nosotros hayamos obtenidos todo lo necesario de la protección, adoptaremos también el libre comercio...’ (3).

Procesos similares ocurrieron en otros países que llegaron a ser desarrollados, como Alemania y Japón en el el siglo XIX, o la URSS en el siglo XX.

El ingreso masivo de grandes inversiones no necesariamente puede contribuir al progreso y desarrollo económico de un país, ni al bienestar de su pueblo, como quieren hacer creer renombrados economistas y divulgadores de la economía de mercado, comprometidos con esos intereses.

Inversamente, el efecto puede ser perjudicial, y producir un drenaje neto e incluso hasta un saqueo de riquezas hacia el exterior, junto con una bonanza sin precedentes para ciertos grupos locales privilegiados. Hay numerosas evidencias que lo prueban.

La posible utilidad de esta clase de inversiones depende de una larga serie de factores correlacionados en forma no trivial. Algunos de los cuales son: el grado de apertura; que las inversiones no sean en realidad préstamos encubiertos; así como las condiciones que el gobierno determine para hacer al país ‘atractivo y seguro’: incentivos, normativas, impuestos y otros beneficios. Depende también de la renta neta que realmente perciba el Estado Nacional, qué parte es transferida para bienestar de la población, que parte es aplicada para el desarrollo productivo propio o endógeno del país, y que impacto tienen las inversiones sobre la inhibición del mismo.

Para un país emergente, con un proyecto geoestratégico que aspire a aumentar significativamente sus grados de libertad y hegemonía en el contexto mundial, un mínimo de inversión extranjera podría ser de conveniencia, pero con normativas y controles tales que tengan en todo momento como única prioridad, un significativo beneficio de los intereses económicos y estratégicos del país y su pueblo, condiciones que en la práctica ninguna dirigencia latinoamericana respeta, salvo excepciones como podría ser Venezuela y como intenta Bolivia.

El caso de Cuba es un peligroso ejemplo que viola las reglas de la Globalización, ya que después del colapso de la URSS, el bloqueo impuesto a la isla desde hace 40 años por EEUU demuestra que es posible a un país sobrevivir y desarrollarse, casi con sus propios recursos y sin ‘ayuda’ externa. Se pone así en evidencia que ‘la necesidad imperiosa de insertarse en el mundo’ como proclaman las potencias dominantes, es un mito.

En Argentina, el gobierno neoliberal menemista consolidó la apertura a la inversión extranjera en los 90’s. Los gobiernos posteriores se diferenciaron en lo político y social, pero ya sea por corrupción y negociados, por condicionamientos de las instituciones financieras internacionales y supervivencia de las élites locales, o bien por ideología, siguieron mantenido en lo económico una buena parte de los dogmas estructurales liberales.

Así la devaluación de la moneda argentina en el 2002 restringió de por sí, la apertura de las importaciones concomitantes con el Capitalismo liberal de mercado, pero no implicó necesariamente un cambio doctrinario profundo de mentalidad, por parte de la dirigencia (4).

Los inversores extranjeros nunca vienen solos

No es que el actual gobierno nacional y los provinciales carezcan de planificación, ya que son estos argentinos los que mantienen abierto el país a la libre entrada de las inversiones extranjeras en áreas bien definidas, como recursos naturales: minería, combustibles, pesca, recursos forestales (5).

Aunque probablemente una gran mayoría de ciudadanos lo desconozca, lo anterior define un proyecto de país en el largo plazo, pero con muy pobres aspiraciones en el contexto de la construcción de su hegemonía mundial.

Un informe de la Fundación Rockefeller de fines de los 90’s, que toma en cuenta recursos naturales, agua potable, tierras fértiles y nivel educativo de la población, estima que para el 2007, después de Canadá será Argentina el país mas atractivo para habitar e invertir. Un estudio de sustentabilidad ambiental de las universidades de Yale y Columbia (EEUU), sitúa a Argentina en el noveno lugar (entre 150 países) por las ventajas competitivas que ofrecen sus recursos naturales (6)

Pero no es que los inversionistas extranjeros simplemente ‘vengan’ espontáneamente. Es que hay un grupo de argentinos que los están llamando y muy vigorosamente, dando garantías e incentivos tales como que no haya ninguna restricción para el giro al exterior de las utilidades y dividendos de las inversiones, así como su libre repatriación (7); o bien simplemente manteniendo las leyes de mercado del Capitalismo.

Por otro lado, los grandes inversores operan en ‘simbiosis’ con los gobiernos de sus países de origen, que son los de los países desarrollados en el caso de las grandes corporaciones internacionales.
Es conocido que la apertura a las grandes inversiones provenientes de una potencia dominante, pueden constituirse en una forma sofisticada de ‘invasión’ del país emergente, con su correspondiente dependencia (8).

Las primeras consecuencias visibles de la apertura al capital extranjero

En realidad, las demandas de los ciudadanos involucrados directamente en la contaminación ambiental, producida por las grandes corporaciones multinacionales extranjeras (como las mineras, pasteras, etc), o los conflictos sociales ante el avance compulsivo de la propiedad privada del Sistema que expulsa a los pobladores originarios, son las primeras consecuencias visibles del llamado y la libre entrada en gran escala de las inversiones extranjeras lejanas a las grandes metrópolis, que continúan profundizando los gobernantes después de la etapa de privatizaciones.

En el año 1992 el gobierno liberal menemista reemplazó la ley de promoción minera (que protegía a la pequeña y mediana empresa) por la ley de inversiones mineras que está vigente (9), abriendo ‘de par en par’ las puertas del país a las grandes multinacionales mineras extranjeras, del tal manera que, pasaron de ser cuatro en ese año a ochenta, en 1999 (10). La legislación, fija entre otros sorprendentes incentivos y beneficios sin precedentes en el mundo, un tope máximo para las regalías provinciales del 3% sobre el valor del mineral que declaran extraer en boca de mina, es decir, las corporaciones se llevan libremente mas del 97% del mineral.

Se han explorado y están en explotación por las multinacionales mineras unos 190.000 kilómetros cuadrados (casi el 7% del territorio continental del país), pero el gobierno está ofreciendo al mundo la exploración y explotación del resto de la superficie con potencial minero, que es un 20% del territorio nacional (11). En total una superficie casi equivalente a la de Chile.

Por otro lado, con la apertura de la economía llevada adelante por el actual gobierno, se acelera la extranjerización de las tierras, ya se han vendido a los extranjeros casi 20 millones de hectáreas (Ha), un 7 % del territorio nacional, pero estaría en proceso de venta y extranjerización el 30% del territorio (12).

Estas ventas incluyen propiedades privadas de argentinos y la entrega de tierras fiscales públicas, mediante mecanismos implementados por los gobiernos provinciales y municipales, con la permeabilidad de las autoridades nacionales.

Potenciales conflictos sobre la propiedad de estas tierras amerita la intervención de tribunales de Justicia y Estados foráneos, con lo que el país profundiza cada vez más su dependencia.

La entrega que se sigue haciendo de los recursos naturales estratégicos a las inversiones extranjeras, se complementa con mas infames traiciones a los intereses nacionales y populares. Recientemente, una mayoría de diputados nacionales ha votado la exención del impuesto a las ganancias para las corporaciones petroleras multinacionales. Estos privilegios son costos inaceptables, que se transfieren al pueblo y aparecerán como una peor calidad de vida.

Sin embargo, es habitual que las grandes maniobras de apertura al capital foráneo, sean presentadas por la propaganda oficialista como importantes y necesarios logros para el país y grandes símbolos de ‘progreso’.

Y es solo el comienzo... recordamos que alguien dijo hace mucho tiempo: ‘Peor que aquellos que nos compran son aquellos que nos venden...’

Notas:
1) “Inversiones extranjeras directas principales motores de la mundialización”; OMC, 1996: www.wto.org/spanish/news_s/pres96_s/pr042_s.htm
2) Petras J. “Seis mitos sobre los beneficios de la inversión extranjera”; 7/7/05; www.rebelion.org / Petras J. “Inversión exterior: Incentivos perjudiciales”; 18/7/05; www.rebelion.org
3) Galeano E. “Las venas abiertas de América Latina, Edit. Catálogos, Edic. 2003
4) ”Apertura de la Economía 1993-2005 y Fuerte Inversion Extranjera” (10 Razones para Invertir en Argentina; pp.43; documento pdf). Agencia de Desarrollo de Inversiones (ADI), Ministerio de Economía de la Rep. Argentina: www.inversiones.gov.ar/por_que.htm
5) “Argentina: un país para invertir”, Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios de la República Argentina; United Nations Industrial Development Organization: www.unido.org/file-storage/download?file_id=36520
6) www.latinamerican-markets.com/argentina-entre-los-paises-mas-atractivos-para-invertir-en-recursos-naturales
7) Agencia de Desarrollo de Inversiones (ADI), Ministerio de Economía de la Rep. Argentina; Preguntas Frecuentes: www.inversiones.gov.ar
8) Ver mapa “Argentina invadida”; www.movimientocondor.com.ar
9) Carlos del Frade, “El triunfo de Rivadavia”; 9/10/06: www.argenpress.info
10) www.inversiones.gov.ar/documentos/mineria_analisis.pdf
11) “Infraestructura Desarrollada y Abundantes Recursos Naturales” (10 Razones para Invertir en Argentina; pp.31; documento pdf); Agencia de Desarrollo de Inversiones (ADI), Ministerio de Economía de la Rep. Argentina: www.inversiones.gov.ar/por_que.htm
12) Sanchez G. “La Patagonia vendida”, Edit. Marea, 2006

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