En 1988, en el Angel de la Independencia, los panistas en resistencia civil pacífica también declararon a Manuel J. Clouthier "presidente Maquío", y éste a su vez nombró un gabinete paralelo, del cual nadie se acuerda. Nada inédito. En este afán de ser el espejo, el paralelo de la historia, de la misión y la visión dramática de la historia se ha pasado de la invocación de la Decena Trágica a la escena irónica.
Ironía ha sido que la rechifla inducida por Elena Poniatowska a Cuauhtémoc Cárdenas, por señalar las incongruencias del lopezobradorismo, demostró que la escritora dice no saber de política, pero exhibió habilidad para manejar mítines. Pero en el fondo, Poniatowska reafirmó las razones de Cárdenas sobre la intolerancia y el sectarismo en el PRD. Esos mismos que chiflaron y quienes los indujeron son los que minutos después votaron por la purificación de los tránsfugas, operadores, trapecistas del salinismo y el zedillismo, como su dirección histórica. La inducción y la memoria no se llevan. Mejor el embriago del olvido.
La inducción de Poniatowska y la fundación de un gobierno integrado mayoritariamente por personajes espurios, de vocación espuria, hicieron de la elección del "presidente legítimo" la continuación no sólo del error, sino de la farsa. Pero eso no importa, pues lo único trascendente era justificar y salvar el prestigio de los conductores y fabricantes de la derrota.
¿Cuál López Obrador fue electo "presidente legítimo"? ¿El que fue candidato y no dijo lo que realmente pensaba? ¿El que fue gobernante? ¿El que organiza odios contra sus críticos?
La pasión de los convencionistas no les permitió observar no sólo a quiénes elegían en paquete como dirección histórica, sino los "artículos transitorios" que conlleva todo acto legislativo y que en esta convención no faltaron, y fueron:
1. Por sólo una vez se da permiso al próximo Gobierno del Distrito Federal para tratar con el presidente ilegítimo Felipe Calderón. A los dirigentes que no aparecieron en las tres comisiones no se les excluye; serán parte del gabinete del gobierno capitalino, que reconocerá al presidente espurio.
2. Se reconoce, por parte del "presidente legítimo", el Congreso de la Unión, sus diputados y senadores, surgidos del fraude del 2 de julio.
3. Mientras la convención y su gobierno itinerante viaja, se reconoce al Frente Amplio Progresista (FAP), bajo lo señalado por Manuel Camacho (Proceso, 17/09/06): "López Obrador queda al margen de su coordinación política. Eso es sano, porque necesitamos que haya responsabilidades institucionales y partidistas, que haya proceso de diálogo, negociaciones y decisiones... Es una salida institucional a la convención".
4. La convención es para declarar la guerra a las instituciones; el FAP, para negociar con ellas. Mientras la convención sueña, los dirigentes del frente trabajarán con las instituciones, pues de ellas dependen las prerrogativas a partidos y las becas del Fonca a los convencionistas.
5. Toda crítica a estos puntos es ilegítima y se considerará una alianza con la derecha.
6. No se pondrá a votación el levantamiento de los plantones, pues nunca habrá responsables de tal decisión. Los errores, declara esta convención, no tienen dueño. (Hasta aquí los transitorios.)
La convención surge sin memoria; es una salida ciega ante lo que fue un mar de posibilidades políticas y trata de unificar todas sus incongruencias con acuerdos dictados de manera vertical y autoritaria. La convención queda a la deriva, sin raíces, repudiando todo ejercicio de la memoria, menguante, intolerante, utilizando la pasión para no responder a la razón. Una convención sin raíces, ni del cardenismo histórico, a los cuales repulsa y define como parte de sus enemigos. Pero sin raíces tampoco, ni con el 68 ni las insurgencias democratizadoras y en abierta confrontación con el 88, al cual se abomina, pero se le rinde pleitesía; 1997 no existe, pues para el lopezobradorismo la historia nace en 2000 y cuando se purifica a los defraudadores.
Con actitud bonapartista, los dirigentes de la convención quieren estar al mismo tiempo en las barricadas de la calle y en la plaza, sin dejar sus espacios como comensales en los clubes y restaurantes de la oligarquía, que va de la plaza con el pueblo anhelante a la fiesta privada con los invitados derechistas y sus mesas de regalos.
El lopezobradorismo no nació por convicción, sino por resentimiento y frente a la República simulada; un progresismo simulado que arenga no por la reforma, sino con el grito del resentimiento confeso: "¡Tengan, para que entiendan!"
Si la repetición histórica es válida para todos, declaro mi adopción a la posición crítica, disidente, políticamente incorrecta de Ricardo Flores Magón y Emiliano Zapata, opositores al maderismo y su gobierno atestado de porfiristas al acecho. Por eso, ante la apoteosis lopezobradorista, ¡viva Flores Magón! ¡viva Zapata!
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